1974 metros sobre el nivel del
mar es lo más alto a que se puede aspirar estar en Cuba, pero cuesta, no hay
ómnibus, ni 4x4, teleférico u helicóptero que nos traslade, solo un sendero,
inclinado, ascendente, interminable, que desafía tu cuerpo y juega con tu
mente. El paisaje es el bálsamo que alivia, el cielo, el mar, el monte,
contrastes entre azules y verdes.
Subir tan abruptamente hace percibir la redondez del planeta en el horizonte. La curvatura imperceptible en la lucha entre cielo y mar se hace notar abrumadoramente en un ataque agorafóbico.
Es la ladera sur de la Sierra
Maestra, las Cuevas del Turquino, algo más de 10 km de senderos esperan
serpenteando la montaña, evitando la pendiente, sin conseguirlo realmente.
¿Estoy seguro que quiero hacerlo? Si tengo miedo lo escribo y no se lo muestro
a nadie ¿o sí?
La experiencia previa se resume a
una subida por el sur, escalonadamente, con 17 años pero con mochila. Esta vez
sin mochila, rodillas gastadas y muchos deseos. ¿Pero cómo? ¿Hay gente rajada
en el 1er km? ¿Estudiantes de medicina? ¿Qué edad tienen? ¡Son muchos más
jóvenes que nosotros! esta será una aventura de voluntad, no física.
Como en todos los grandes
desafíos del Grupo Maniabón, me dije que no lo haría más, más mentira que “la puntica na´má”, ya he pensado como
traer a Alanis, por el sur, por Santo Domingo, la Platica, Palma mocha por
abajo o acampar en algún manantial por arriba, Aguada de Joaquín, Pico Turquino
y viceversa retornando, si lo aceptara un guía, “lo tengo tó pensa´o”.
A Yanelkys y a mi nos tomó casi
12 horas. ¿En qué se piensa durante una jornada completa caminando? Yo no soy
de mucho hablar y menos cuando camino, me “corta
el resuello” como decía mi abuela, así que uno va, pues eso, caminando,
mirando el paisaje circundante, si tienes una cámara a mano, tomas fotos,
descansas, reanudas la marcha, a tu ritmo, si le caes atrás a Valentin, pecas,
necesitó la mitad del tiempo que nosotros.
Siempre hay un Valentin que puede
caminar muy rápido, pero subir una montaña o andar un rio no es una
competencia, se necesita conocerse a uno mismo, saber nuestro ritmo y el límite
de nuestra capacidad, cuándo descansar y qué tiempo, para tomar algo de agua, reponer
energías con un caramelo y cosas así. Es mejor haberse probado anteriormente
para saber estas cosas, hay quien es especial y puede aprenderlo sobre la
marcha, no lo recomiendo.
Dejar la mochila en la estación
de las Cuevas realmente me fue difícil, ya me perdí una vez sin la seguridad de
la mochila. Como gitanos, todo nuestro mundo, pertenencias, techo y comida
están ahí, “what if…”.
Hay que escoger sabiamente qué llevas contigo, sin mucho tiempo para pensar,
agarras un pomo de agua, algo de merienda ligera para el camino, una merienda
más fuerte para cuando llegues a la cima y te canses de mirar el busto de Martí
y las nubes que circundan, no esperes poder ver el paisaje desde el pico, es
poco probable, menos si Rubiera dijo que estará despejado. Si te importa mojarte algo para guarecer no
estará de más.
Aunque había dejado de fumar, el pulso de cirujano me abandonó al tomar las fotos sin trípode, eso me lo tendrán que perdonar, no somos profesionales, solo jóvenes en busca de aventura, nótese que no quité de las fotos la etiqueta de la fecha, que tanto me han servido para una organización cronológica.
Espero que hayan recordado su propia aventura al Pico Turquino y si no lo conoce, no pierda la oportunidad y este mismo verano suba la mayor montaña de Cubita Bella y por supuesto, de la Sierra Maestra.
Seguimos Cafeteando.
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